Para dar respuesta a la interrogante planteada me basaré en supuestos cercanos a la realidad y especuladas por la prensa. Este domingo, post clásico caliente, el periodista Franco Lostaunau volvió a remecer el turbulento fútbol peruano, al que le sobran polémicas arbitrales y no le tiembla la mano para desahuciar a la segunda división. La noticia era que Paolo Guerrero habría desistido de vestir oficialmente la camiseta de la Universidad César Vallejo.

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Qué habrá pasado por la cabeza de Paolo Guerrero, en primera instancia, para fichar por un equipo que año a año no pelea por el título nacional y no ha logrado una regularidad con Roberto Mosquera, aún. La desvinculación del máximo goleador de la selección peruana con LDU, pensó Guerrero, atraería la mirada de clubes importantes. ‘Que peleen la Copa Libertadores’, habría pensado -sin escaparme de los supuestos-.

Además, qué hubiéramos imaginado que tras desvalorar -con justa razón- el torneo local, Paolo vendría al Perú a buscar continuidad. “Hay muchos peruanos que juegan en un fútbol que no es competitivo, que es el peruano y otros más, pero yo me mantengo jugando en un fútbol competitivo con 39 años”, citando al ariete en junio del pasado año.

Ante ese panorama, emergió la figura del club de fútbol Universidad César Vallejo, fundada por César Acuña, un opulento hombre que, además, es presidente regional de una ciudad desbordada por el sicariato y la extorsión. ‘Les traigo a Paolo y se olvidan del hampa’, habría pensado Acuña. ‘¿Mucho dinero? No es problema para nosotros, plata como cancha. Estado de emergencia y listo. Pan comido’, habrían planeado los Acuña, no perdían en ningún frente.

Ante ese panorama, Paolo se decantó por el club poeta. Guerrero, incluso, posó con la camiseta de su “nuevo club”. No obstante, un hecho en concreto habría sido el detonante de la marcha atrás. Una extorsión en el país es moneda corriente, pan de cada día, estamos todos claros. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Ahora, Paolo sabe! César Acuña confirmó que amenazaron a la madre de Paolo Guerrero, la misma ‘Doña Peta’, el mismo día que estampó la firma. Esto desencadenó la desidia del jugador de 40 años de disputar su primera temporada en el fútbol peruano, en el ocaso de su carrera.

‘En qué me metí’, habrá pensado Paolo, quien ahora deberá desembolsar 1.2 millones de dólares para desvincularse del equipo norteño, según información del periodista ‘Coki’ Gonzáles. Se especuló sobre la aparición de un nuevo personaje en esta historia: Alianza Lima. Creo que la respuesta se cae de madura. Si extorsionaron a su familia sin llegar a Trujillo, en Lima, donde la cosa arde, la tesitura no cambia mucho.

El exdelantero de Bayern Múnich y Hamburgo de Alemania decidió romper su silencio y declarar en televisión, como metiéndole presión a Richard Acuña, el presidente de la institución poeta que hasta ahora no da señales de dar su brazo a torcer. Parte de razón tiene el hijo de César, la imagen de la UCV queda dañada. Paolo apela al ultimátum del: o ‘estos tipos’ me rescinden o serán culpables de mi retiro.

Pero el caso de Paolo desnuda una realidad que no queremos ver: el problema de una sociedad acostumbrada a convivir con la delincuencia, donde la única medida que parece ocurrirles a quienes toman las órdenes -desde lo más alto de la pirámide- es el famoso e inocuo estado de emergencia. Seguramente no veremos a Paolo en el fútbol peruano, una lástima, una pena. A un deporte tan popular como el fútbol le hubiera venido bien un deportista de su categoría y recorrido, que hubiera llegado a intercalar sus energías en hacer ‘bailar con la más fea’ a los vulnerables defensas del fútbol nacional y disfrutar con la familia en Huanchaco.